sábado, 29 de agosto de 2009

JUICIO AL GENERAL PEDRO SANTANA.

Para muchos el general Pedro Santana y Familia fue la primera espada de la independencia de la República Dominicana. Aunque no estamos de acuerdo con esa aseveración, reconocemos que su participación en los acontecimientos que sucedieron a la gesta del 27 del febrero de 1844, fue determinante.

En el día de hoy someteremos a este personaje al escrutinio de la historia, por lo trataremos de sacar balance, entre la suma de sus aciertos y la de sus errores. Por lo que vamos a demostrar al lector que a pesar de su grandeza, el polémico personaje que nos ocupa hoy, ha sido el ser más inicuo, que haya transitado jamás, por los anales de nuestra historia.

Iniciaremos nuestro trabajo, que sus acciones fueron guiadas por la ambición, para demostrarlo usaremos sus propias palabras. Aquellas que pronunciara como respuesta a la petición de los conjurados de la Gesta del Conde, para que formase parte de ella. A tal requerimiento contestó con voz firme "Yo entró pero yo mando".

Si analizamos esta respuesta, llegaremos a la conclusión, que sus acciones solo estuvieron revestidas por el interés personal y que la palabra patria no tenía significado alguno para él. Pues jamás confió en el potencial de nuestra gente. Sus ideas deshonestas, le llevaron a odiar a los creadores de nuestra nacionalidad. Lo demostró así, cuando los desterró a perpetuidad de la Nación que con tanto amor crearon para todos nosotros.

El delito de nuestros más grandes próceres consistió, en defender la soberanía de nuestra entonces naciente Nación, en contra de los propósitos anexionistas de la Junta Central Gubernativa. Este organismo estaba encabezado por Tomas Bobadilla y Briones, uno de incondicionales del acusado, poseedor del indeseable galardón, de ser uno de los hombres más funestos de nuestra historia.

Luego de deportar a los padres de la Patria, usó su ejército de ateros, para someter a aquellos que se oponían a sus obscuras intenciones. Por medio a la intimidación del Congreso, hizo votar el artículo 210 de la Constitución de 1844, que le otorgaba poderes dictatoriales y le permitía perseguir a sus detractores.

Si su falta de escrúpulos fue enorme, mayor fue su crueldad, la cual parecía carecer de límites, pues nunca mostró compasión con ninguna de sus victimas. Esta le llevo a profanar nuestra primera fiesta de independencia, la cual fue escogida deliberadamente, para fusilar a una de nuestras más grandes heroínas.

La mujer que rellenó los cartuchos que hicieron posible nuestra independencia, aquella mujer que debido a su tenacidad, hoy puede hondear con dignidad en cada uno de los confines de nuestra geografía nacional, la enseña tricolor que representa la dignidad del pueblo dominicano.

Nos referimos a María Trinidad Sánchez, que a pesar de ser tía de Francisco del Rosario Sánchez, cayó abatida por las homicidas balas gubernamentales, el 27 de febrero de 1845. Junto a esta mujer de valor espartano cayeron también, los patriotas Andrés Sánchez, quien era hermano de Francisco del Rosario Sánchez y José del Carmen Figueroa.

Otra de las distinguidas figuras que sucumbieron ante la ira del dictador del Prado, lo fue el general José Joaquín Puello, de quien se comentaba en esos días sería el sucesor del general Santana en el Gobierno. Estos comentarios crearon pánico en el corazón del sátrapa, quien junto a varios de sus adláteres, creo una supuesta conspiración negrófila, que dirigida por el general Puello y su hermano Gabino, daría al traste con su Gobierno.

José Gabriel García, el más prolífico de nuestros historiadores,”- al cual tratan de desvirtuar los áulicos del tirano – nos confirma, que era de conocimiento popular en la época, que la supuesta trama a la que sé había vinculado al héroe de la batalla de la Estrelleta jamás existió y que por tanto no pudo ser demostrada en el simulacro de juicio, donde fue condenado.

Esta acusación como hemos dicho, no fue más que un vil ardid del general Santana, para hacer desaparecer del escenario político de la época, a un verdadero nacionalista, al cual por su valor le temía y que de continuar vivo, se convertiría en un escollo, para los impuros pensamientos que ya en esos días tomaban forma, en su retorcida mentalidad. Pues en una ocasión el patriota, sé había opuesto a los propósitos anexionistas de uno de sus incondicionales, nos referimos al tristemente recordado Tomas Bobadilla.

Para ilustrar más al lector sobre la crueldad del general Pedro Santana, citaremos también los casos de Gabino Richiez, Aniceto Freites, Bonifacio Paredes y José Ruiz.

Gabino Richiez luego de ser condenado a la pena capital, fue trasladado del poblado de Barahona al de Azua, con la única finalidad de que su familia presenciase su fusilamiento.

Aniceto Freites, fue victima de la venganza de este hombre sin entrañas, que le acusó con argumentos banales, con la finalidad de condenarlo a muerte, por haber declarado ante el tribunado que la banca rota del país era inevitable. Debido a que en el momento de enfrentar la pena se encontraba muy enfermo, fue conducido al patíbulo sentado en una silla de ruedas.

Bonifacio Paredes, fue condenado a muerte por un decreto, su delito, el haberse robado un racimo de plátanos, el cual posiblemente usaría, para mitigar el hambre de cada uno de los miembros de su familia.

Mientras José Ruiz padre de nueve hijos, fue condenado por una simple sospecha y conducido ante los muros del cementerio para ser fusilado. Ya en el campo santo se le hizo desfilar con un crucifijo en las manos, ante la muchedumbre aterrorizada. Luego de horas de tortura, se apersonó al lugar el acusado, quien declaró la conmutación de la pena.

Pero si estos crímenes fueron abominables, mayor lo fue el fusilamiento del general Antonio Duvergé y de su hijo Alcides, los cuales fueron condenados a la pena capital, sin habérseles permitido tener el derecho a un juicio imparcial y justo.

Por celos cebo el general Santana su odio contra el general Duvergé con tanta saña, quien fue el verdadero genio militar y primera espada de nuestra independencia, pues su nombre está marcado con letras de fuego en los Muros de Cachimán, en las Barrancas del Memiso, en las Peñas de el Numero, en las llanuras de Azua, en las de las Matas de Farfán, en las de Bánica, en las de Font Verrete, en las del Barro, en las del Puerto, en las de Hincha y en las de las Caobas.

Mientras la gloria del general Santana se limita a compartir con él la victoria de azua, donde fue Duvergé quien verdaderamente condujo a nuestro ejercito a la victoria, al escoger el lugar donde celebrarían la batalla.

La única batalla ganada por el personaje que nos ocupa hoy, lo fue la de las carreras y esta careció de importancia militar, pues en realidad fueron tres escaramuzas, a las que se les dio estatura épica, para así crear el mito que le ha acompañado hasta nuestros días.

El supuesto genio militar del general Santana, no fue más que una invención de Buenaventura Báez, autor del titulo que se le otorgó como Libertador de la Patria. En esa ocasión, Báez necesitaba de su apoyo, para alternarse con él en el poder. Pero luego de rota la alianza, aceptó ante el congreso, que se había excedido en recompensarlo con tan grande distinción.

Por opacar la gloria del Dictador del Prado, tuvo el general Duvergé, que ver caer el cuerpo de su hijo atravesado por la metralla, sobre el polvoriento suelo del poblado del Seybo, para luego caer a su vez también fusilado.

Pero no satisfecho con sus acciones, tan pronto el cuerpo del Héroe de Cachimán se encontraba inmóvil, el acusado que se había apersonado a ver la macabra escena, bajó de su caballo e irreverentemente pateó su cadáver ensangrentado, pues trataba de llevar el odio que sentía por su victima, más allá de las fronteras de la muerte. Esta acción nos recuerda la llevada acabo por su padre Ramón Santana, sobre el cuerpo exánime del general Ferrant, al cual le cerceno la cabeza, para exhibirla como trofeo al termino término de la batalla de Palo Hincado. .

Pero de todos los crímenes cometidos por el general Santana, el mayor de todos lo fue: el haber anexado a España nuestra Patria. La Patria que un día juró defender de todo aquel que pretendiera mancillar su territorio.

Para justificar su gran delito, engaño a la población, diciendo que la Nación no podría sobrevivir a los ataques del Ejercito Haitiano, cuando en realidad la guerra había terminado, con la derrota de Faustino Soulouque, en la batalla de Sabana Larga.

La historia ha demostrado que el Hatero del Seybo estaba equivocado, pues en este año celebramos los dominicanos el 156 aniversario de nuestra independencia.

La posición entreguista del Déspota del Prado, tenía como único propósito el satisfacer su megalomanía con títulos y distinciones, que a cambio de la soberanía de nuestro estado, le otorgaría la Corona de España.

Entre estos títulos se encontraban el de Gobernador Civil, Capitán General de la colonia, Senador del Reino, Teniente General de Los Reales Ejércitos y Marqués de las Carreras.

Para llevar a cabo sus deleznables propósitos, doblegó con su ejército todo conato de resistencia. El primero en caer lo fue José Contreras, que asaltó la guarnición de la Vega, para mostrar su inconformidad con la acción, siendo luego apresado y fusilado con otros 24 patriotas.

Durante este oscuro periodo de nuestra historia, fueron incontables los ciudadanos que sucumbieron al despotismo del Senador del Reino. Siendo la victima de mayor estatura histórica, el general Francisco del Rosario Sánchez.

Este hombre excepcional fue el personaje principal de la Gesta Gloriosa del Conde. Penetró al país desde Haití, para combatir la afrenta de la anexión. Fue herido y hecho prisionero en una emboscada que se llevo a cabo en la loma de Juan Cruz.

Tras un simulacro de juicio, fue ejecutado en el Cercado, el 4 de julio de 1861, junto a 20 compañeros. Sus ultimas palabras fueron: "Decid a los dominicanos que muero con la patria y por la patria".

La muerte del grupo fue horrorosa, pues unos fueron ultimados a tiros, otros a palos y otros a machetazos. La crueldad de la ejecución fue tal, que el representante de la Corona Española, Don Antonio Luzón, “protestó”, retirándose del lugar, para no avalar con su presencia, este horrendo crimen.

El empecinamiento del general Santana en mantener la macula de la anexión, le impidió rectificar sus errores, a diferencia de lo acontecido al generalísimo Máximo Gómez, quien luego de luchar a favor de la opresión y el colonialismo en su país de origen, desenfundo su gloriosa espada en Cuba, para luchar por su independencia. Convirtiéndose en el primero de sus guerreros, así como motivo de orgullo para todos sus connacionales, pues hoy la figura de un dominicano, se encuentra entre los más grandes libertadores del Continente Americano.

Con este sucinto relato de las nefastas acciones del general Pedro Santana, hemos cumplido con la tarea de demostrar ante el lector, que las acciones negativas cometidas por este Cesar, en contra de nuestra sociedad, superan con creces a las positivas. Pues cada uno de sus actos fue movido por el motor de sus primitivas pasiones, las cuales le llevaron a cometer excesos monstruosos, que lo sitúan como el personaje de más triste recordación de nuestra historia.

Los personajes como el Maques de las Carreras, siempre vivirán en la oscuridad, sin poder darle la cara al sol de la historia, pues luego de haber ascendido a la sima, donde solo alcanzan a llegar los grandes héroes de la Patria, cambian su ilustre habitáculo, para descender a los avernos más oscuros, donde suelen arrastrarse los traidores.

Pero aún el más pérfido de los hombres, tiene derecho a que se le haga justicia ante la historia y este es el propósito principal de este trabajo. Si queremos actuar con imparcialidad en el caso del general Santana, tendríamos que someter conjuntamente con él a muchos de nuestros inmortales y corremos el riesgo de despoblar de deidades nuestros altares.

Por lo que no es prudente enjuiciarle, dejemos que sus despojos mortales descansen en paz, en el pequeño Olimpo donde duermen el sueño eterno unidos, todos nuestros próceres. Que sea Dios quien le juzgue, pues la justicia divina supera en equidad al tribunal de la historia y más aún al de los hombres.


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